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Manifiesto contra los relojes y las prisas
Manifiesto contra los relojes y las prisas

Diagnóstico de la Civilización:

En algún lugar de alguna selva alguien comentó.

Que raros son los civilizados, todos tienen relojes y ninguno tiene tiempo.

(Eduardo Galeano)

Manifiesto contra los relojes y las prisas

Siempre voy corriendo, estoy estresado/a, no tengo tiempo para nada. (Cualquiera/Todos/Casi Todos)

Y nada es nada. Absolutamente nada.

No tienes tiempo ni para abrazar, ni para besar, ni para jugar con tus hijos, ni para llamar a ese amigo del que siempre hablas a los demás, pero nunca con él, porque no tienes tiempo, no tienes tiempo para nada. Para nada de nada. Ni para decirle te quiero a tu pareja, ni para arrullarla cada noche sin que el corazón te vaya a cien por hora porque mañana tienes que madrugar y aún no has hecho la comida, ni puesto la lavadora, ni preparado el día.

La banda sonora de tus días es el tic-tac del reloj, es el horrible sonido del despertador, ese que se mete en tus sueños más profundos convirtiéndolos en tus peores pesadillas, ese sonido que acabas odiando por inoportuno, porque significa otro nuevo principio, otro nuevo día sin tiempo para nada. Para absolutamente nada. Nada de lo que te gusta. Nada de nada. Nada de “vida”.

El tiempo se diluye entre obligaciones y carreras: carreras al trabajo para llegar a tiempo. Carreras para llegar a todas partes. Para ser una mujer/hombre 10, perfecto/a, que parezca que tiene tiempo, cuando la verdad es que le roba horas al sueño por cumplir con todas sus obligaciones, muchas auto-impuestas, otras simplemente puestas y asimiladas con toda naturalidad y sin rechistar, no vaya a ser que te excluyan de este sistema de hombres/mujeres 10 que llegan a todo, que pueden con todo, que consiguen todo. Mientras existan correctores anti-ojeras, cafeína, y bebidas energéticas, listo, arreglado: la vida es así, es lo que hay. ¿O acaso quieres ser un paria del sistema de relojes?

Y esto, día a día, mes tras mes, año tras año. Y un día en el espejo observamos que tenemos menos pelo, más blanco, más arrugas, menos salud. La vida se ha disipado entre tictacs, despertadores y prisas. ¿Y ahora qué?

¿Quién nos ha robado el tiempo? ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está la vida? Esos taitantos años de despertadores y carreras contra-reloj, ¿eso es la vida? ¿A eso hemos venido?

YO rotundamente NO.

Reniego del reloj y del despertador. De las prisas porque sí. De los cafés atragantados. De los desayunos sin paz. De las comidas sin sabor. De las noches en vela. Del estrés y del hastío. Deseo volver a comer saboreando y sin engullir.  Digo ¡basta! al tragar sin masticar y al beber sin disfrutar.

Quiero un reloj sin hora, un móvil sin despertador. Deseo guiarme por el sol y por la luna, volver a los orígenes, olvidarme de las luces de neón y de los amaneceres de mentira. Exijo disfrutar de mis días sin saber qué hora es. Dormir por sueño y despertar por opción. Comer por hambre y digerir despacito. Quiero tener tiempo para reír y sonreír, no tener prisas ni planes, olvidarme de calendarios y de años. Que mis biorritmos me marquen el ritmo. Que mis ritmos me los marque la Naturaleza. Que la Naturaleza sea mi guía.

Deseo tener tiempo para amarte despacito, para los cortejos de antaño, para besarte en su momento, para una historia sin estrés, sin la inmediatez del whatsapp, sin las prisas del usar y el tirar. Quiero verte cuando quiera, y no cuando el reloj diga. Que tengas tiempo para adorarme despacito, para acariciarme, para despeinarme, para desvestirme, para que me mires a los ojos, para que me beses sin prisa.

Deseo que el tiempo no se mida, que se sienta.

Porque la vida merece ser vivida sin encapsularla en segundos, minutos, horas, días y años.

Por eso:

¡Yo hoy rompo con los calendarios, despertadores y relojes! Me declaro rebelde con causa, amante de la vida lenta, defensora del slow y detractora del fast.

Desafío a las agujas del reloj, invierto en mí. Y yo… ¡me independizo!

Relojes despertadores prisas

Me independizo de la tiranía del tic-tac. Del martirio en forma de despertador. De la dictadura de los calendarios. Del vivir con prisas eternas. De los cafés atragantados. De la comida sin paladear. Exijo slow-food: las lentejas de mi abuela, el cocido de mamá, las sopas que queman. ¡Porque esto es la vida! Porque reniego de una vida sin sabor, de las mañanas de dolor, de que me roben el sueño, y la vida, y el tiempo.

Porque el tiempo no es oro, el tiempo es VIDA, y yo no pienso perder mi vida a cambio de ¿oro? Sin nada vengo y sin nada me moriré.

Creo que por eso viajo despacito: porque ese es mi acto de amor a la vida. A la vida sin relojes, a la vida como antaño. Creo que por eso lo hago a mi manera, sola, sin prisa. Porque no concibo viajar de otra manera. Porque no deseo viajar de otra manera. Porque no deseo VIVIR DE OTRA MANERA, porque viajar es vivir, y yo quiero vivir como viajo.

Nacimos para un propósito mucho más elevado que vivir más de media vida entre prisas y estrés. Nacimos para vivir despacito, para disfrutar de nuestro regalo llamado vida. Porque la vida no debería ser un valle de lágrimas, la vida debería ser un valle de alegrías y de vida con sentido. 

 

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